Ni me entiendes, ni te escucho.

Un día cualquiera, en una cuidad cualquiera, una persona (llamémosle Olga) mantiene una encrucijada en su cabeza, donde la ira aumenta por momentos, mientras observa atentamente a su pareja (llamémosle Javier). Él ajeno a todo mira las noticias de la mañana, su mirada se mantiene fija, pareciera que le estuviera absorbiendo la televisión, otras veces pareciera que estuviera en otra parte.

-¡Javi, tenemos que hablar!. Estás muy raro, casi no me hablas al llegar del trabajo. Cuando intento preguntarte me dices que nada y te metes a tu habitación a tus cosas, por no decirte que ya casi no hacemos planes juntos.¡¡¡ Y oye!!!! que  yo también tengo mis cosas, pero siempre tengo tiempo para ti…-

Javier, que como ya hemos mencionado anteriormente estaba siendo absorbido por la televisión, comienza a ser absorbido repentinamente por un agujero negro, que se encuentra a su lado, y que nadie había visto salvo él. Con la tensión por las nubes y en un intento de salvarse, entreabre la boca para decir –ya te he dicho que no pasa nada Olga– (que respuesta tan aguda ¿verdad querido lector?) a lo que decide levantarse y salir corriendo ya que ese agujero negro que está a su lado se está haciendo cada vez más grande, y Javier está empezando a notar como sus extremidades ya no se mueven con la misma ligereza.

Olga, que está enfrente de él, y ve como su pareja se marcha hacia su cuarto, comienza a acelerársele el corazón y aquella ira que aumenta por momentos, estalla y sale detrás de él  -¡¡¡¡¡¿¿¿¿esto es lo que te importo?????¡¡¡¡-

Como si del juego del gato y el ratón se tratara, comienza una danza de huida y persecución entre ellos, y te daré un adelanto querido lector (¡ALERTA SPOILER!) la cosa no acaba bien.

Esta podría ser la historia de Olga y Javier, pero también de Juan y Enrique, de Ana y Daniel… y verás querido lector, esto no siempre es así, pero me apetece contarte que ocurre que no vemos al otro y tampoco a nosotros mismos,  y desde ahí entendernos se hace muy pero que muy difícil, y te explico un posible por qué.  “Cada uno de nosotros…”, como bien dice el refranero “venimos de nuestra madre y nuestro padre”, es decir, tenemos historias de vida diferentes, que tienen un impacto particular en cada uno de nosotros, y esto provoca que nuestra forma de ver y estar en el mundo no sea igual, e ignorar esto, como ya te he comentado anteriormente, hace que sea muy difícil que nos podamos ver y mucho menos comprender.

Imagina que en esta escena de Olga y Javier, cada uno de ellos tuviera unas gafas, producto originario de su historia (con denominación de origen). Cuando Olga era pequeña, mamá y papá a veces estaban allí para ella y otras no, eso hizo que la pequeña Olga para poder “sentirse segura” se pusiera unas gafas alarma y ante cualquier mínima señal de amenaza, las gafas la mantuvieran en alerta y expectante. Javier, sin embargo, vivía en un desierto emocional, donde si lloraba porque se había hecho daño y buscaba consuelo, recibía  una oleada de críticas y miradas de decepción por parte de sus padres, “llorar es de débiles”, por lo que gracias a sus gafas de no expresar y reprimir lo que sentía, pudo obtener el amor y reconocimiento de sus padres (de la forma ellos alcanzaban a dar).

Y es que querido lector, a veces ocurre que  nos relacionamos con nuestra pareja desde nuestra historia y el presente se trasforma en el pasado, y desde ahí no podemos vernos, ni a nosotros ni al otro.

Si bien es cierto, que el dicho “de aquellos tiempos estos lodos” es veraz (nuestra historia influye), hoy podemos hacer algo con esos “lodos”, para poder tomar decisiones más libres cubriendo nuestras necesidades, conectamos al presente. Quizás a Olga y Javier les resultaría útil poder ver conjuntamente y por separado, cuáles son aquellas gafas que llevan puestas, para hacerse cargo en equipo de “nuestras dificultades como pareja” y no de “por tu culpa caXXX”.

Desde mi punto de vista tanto profesional como personal, te diré querido lector, que el amor es un arte que se construye, ya lo decía Eric Fromm:

“Jamás encontrarás el amor de tu vida, pues el amor no se encuentra se construye”

Y con esto no quiero decir, entiéndeme querido lector, que todo sea válido dentro de una relación bajo la justificación del pasado o cualquier otro pretexto, cada caso particular es único y este post no puede ser extrapolable a todas las situaciones de conflicto parejil, pero si te diré que merece la pena mirar hacia dentro y mirar hacia fuera, para poder construir desde el amor en forma de comprensión y compasión mutua e individual. Hace ya tiempo una persona me explicó algo que me hizo reflexionar “La pareja es uno de los hitos evolutivos que nos abre paso a conocernos a nosotros mismos” a lo que yo le añado  “para poder abrazarnos desde la reparación”.

Nos faltan abrazos que nos acerquen querido lector.